Un poco de historia
Desde
un punto de vista etnológico, podemos definir como rabel al instrumento
perteneciente a la familia de los
cordófonos frotado con arco empleado en ámbitos rurales,
especialmente por pastores, y urbanos por estratos sociales bajos y con un uso
no profesional.
En España a partir del siglo XI se
comienza a representar en canecillos románicos, o ilustraciones de códices un
instrumento noble, pequeño y de caja curvada llamado rebeb.
En función de la zona, se hacían de una
forma u otra, lo que está claro es que éstos rabeles y todos sus parientes se
convirtieron en uno de los instrumentos más empleado de la Edad media.
A partir del siglo XIV los instrumentos “cultos” de arco, comienzan a
evolucionar y complicarse,
separándose de sus
parientes “pobres” cuyos
medios no son capaces de seguir la misma línea, ni tienen necesidad de ello
debido a sus menores exigencias musicales.
Aparecen entonces las
violas del renacimiento que posteriormente dará lugar sobre 1555, a los
violines y violas alcanzando su máximo esplendor con los instrumentos de
la escuela cremonense y otros que definen su forma y calidad actual. Mientras
tanto los rabeles sencillos y rústicos quedan en manos de las clases populares,
especialmente de los pastores.
Quizás
sea la zona sur de Cantabria y Norte de Palencia el lugar en donde
más rabeles y rabelistas han llegado hasta nuestros días, gracias a lo
cual se puede considerar el instrumento como salvado por nuevas generaciones
que han aprendido de sus mayores.
Podemos
distinguir dos comarcas: Campoo y Polaciones. lo más curioso e
interesante desde un punto de vista etnográfico es que mientras que en Campoo
se toca horizontalmente, en Polaciones
se hace de forma vertical sobre las piernas.
En Polaciones
se conservaban los rabeles más sencillos, abombados
con
de tapa de piel, mientras que en Campoo predomina la tapa de madera u
hojalata y los rabeles en forma de ocho y caja plana.
Otros núcleos de interés que conservan rabeles son la zona
de los montes de Gredos, en sus tres vertientes, Toledo, Avila y
Cáceres. Así como en la sierra de
la Demanda (entre Burgos y Soria).En Asturias (en el concejo de Caso) , En la
montaña de León o en Sanabria (Zamora).
Se hace mención de rabeles en cuentos populares
donde la astucia y la importancia del lenguaje musical acaban librando de unos
malhechores a un infortunado pastor. Como en el caso de la historia recogida en
las Viniegras, en La Rioja, que cuenta cómo un pastor que estaba en su chozo
oyó llegar a unos ladrones. Como estaba solo se le ocurrió coger el rabel y
hacerlo hablar cantando:
Tú, Manuel, que ibas por vino, tú, Manuel, que
ibas por pan, coge la mula alazana y ve a dar parte al lugar, que han venido
unos ladrones y nos han venido a robar, que tu ovejita cornuda cociendo en el
caldero está.
Manuel, que volvía del pueblo más cercano de
comprar vino y pan, se dio cuenta del mensaje de su compañero y fue a "dar
parte al lugar"; los ladrones fueron detenidos
Materiales y herramientas que necesitarás:
La manera tradicional
consiste en recortar todo el cuerpo, mástil y caja de una sola pieza, y ahuecar
la parte de la caja, tapándolo posteriormente con la tapa del material que
elijamos. En esta ficha daremos unas pautas para la fabricación del rabel
centrándonos en un modelo del Valle de Campoo.
- Un trozo de madera dura (castaño)para el cuerpo, 600 x 150 x 65 mm
- 1 tablas de madera dura (nogal) para la
tapa 300 x 150 x 3 mm
- 1 tabla de madera dura (nogal) para el
diapasón 250 x 35 x 8 mm
- 1 listón de madera dura para el arco de unos 400 x 40 x 15 mm
- Dos piezas pequeñas de madera dura para el puente
y el cordal
- Clavijas,
una pieza de hueso o madera dura para la silleta
- Cuerdas de tripa, crin para el arco, resina
-
Cola, barniz.
- Metro, lápiz, escuadra, y maquinaria diversa del taller de
carpintería.
PROCEDIMIENTO
1.- Partiendo del bloque de madera,
trazamos el contorno siguiendo los diseños tradicionales o cualquier variante
que se nos ocurra, emplearemos plantillas. Recortaremos la forma exterior y en
la caja trazaremos la misma forma pero a 1 cm., por dentro de ella, para
comenzar su vaciado.
El mástil es conveniente,
aunque no imprescindible, que tenga una cierta caída, es decir que esté un poco
inclinado hacia abajo, ello mejora la colocación de las cuerdas y la 'blandura'
al ser tocado.
2. Comenzamos a vaciar
su interior hasta dejar unas paredes y un fondo de aproximadamente 1 cm.; esta
operación laboriosa y delicada, la podremos llevar a cabo mediante gubias y
taladros o fresadoras. Su interior debe de quedar lo mas uniforme y pulido
posible.
3. Mediante limas y lija, repasaremos el corte exterior, hasta igualar las
paredes, que no queden marcas del corte. El mástil ha de quedar liso por la
parte superior, pero le daremos una ligera forma curvada en la inferior, para
poder sujetarlo mejor al tocar. Limaremos y lijaremos bien, hasta que quede muy
pulido.
4 . En el extremo del mástil, dejaremos una parte mas ancha y plana, “el
clavijero”, lo tallaremos según nuestro diseño y aquí practicaremos tantos
taladros como cuerdas tenga nuestro rabel para posteriormente colocar las
clavijas.
5 . La Tapa, si la hacemos de madera, una vez vaciada la caja, encolaremos la tapa,
construida sobre una lámina de la misma madera u otra recortada con idéntica
forma y de 3 o 4 mm. de grosor. En ella se habrán practicado unos orificios y
oídos para dejar salir el sonido; recomendamos recortar la tapa algo mayor que
la caja y una vez pegada recortar o limara el exceso.
6. El Diapasón. Una vez encolada la tapa, colocaremos el
diapasón, pieza de madera dura donde se pulsan las cuerdas (Palo Santo, Nogal,
etc) y que se encola sobre el mástil, suele ser mas larga que éste entrando en
el cuerpo un poco.
7. Con escofinas, limas y lijas redondeamos la parte
posterior del mástil para facilitar el movimiento de la mano cuando se toca.
8. Las clavijas se fabricarán de una madera más dura (nogal o haya); tendrán una forma
ligeramente cónica terminada en pala para facilitar la sujeción del giro. Las
adaptaremos a los taladros del clavijero que deben tener también forma cónica
hasta que atraviesen el clavijero de lado a lado.
9. El cordal, tiene forma de medio
cono, las hay de hueso o de madera muy dura. En un extremo se realizan tantos
agujeros como cuerdas en el otro extremo se realiza un orificio donde se
introducirá un cordón resistente para sujetarlo al pivote tallado a propósito
en la caja de resonancia.
10.- En el extremo
superior del diapasón junto al clavijero y perpendicular al mástil se coloca
una pieza alargada y estrecha de hueso o madera dura llamada silleta, siendo este el lugar en el que
comienza la sección hábil de las cuerdas extendiéndose hasta el puente. En su
parte superior tendrá unas ranuras para las cuerdas. Lo haremos un poco mas
alto de lo previsto para una vez montado, poder rebajar la distancia exacta de
las cuerdas sobre el diapasón
11. El
puente Lo obtendremos
de una lámina de madera de 0,5 cm, la altura dependerá del tipo de tapa,
inclinación del mástil etc., lo haremos mas alto para luego ajustar, su anchura
no debe de exceder los 5 cm en su base y unos 3 ó 4 donde apoyan las cuerdas y
su forma libre, y no irá encolado, debe de sujetarse con la presión de las
cuerdas.
12. El arco Se puede construir a
partir de una rama flexible de avellano o fresno, ligeramente curvada (sé le da
esta forma cuando está verde y se deja secar), en uno de sus extremos se
practica un agujero en el que se inserta una clavija semejante a las del
clavijero. Un haz de crines de caballo o en su defecto de sedal de pescar fino,
se ata entorno a uno de los extremos. La clavija se gira hasta conseguir una
tensión adecuada. Entonces se frota bien con resina de pino o sintética
(colofonia, la venden en las droguerías) hasta que quede bien impregnado.
También se puede tallar en un listón de madera, dándole la forma que deseemos.
13. Montaje. Sujetaremos primero
las cuerdas al cordal y éste a la caja de resonancia. Sobre el pivote dejado al
efecto, introduciremos el otro extremo de las cuerdas en el agujero de la
clavija y comenzaremos a enrollarla mediante giro de ésta hasta que tengan una
cierta tensión.
Rebajamos la silleta del clavijero hasta 1 mm sobre el
mástil y le hacemos ranuras por las que pasen las cuerdas, con una separación
entre 1 cm y 1,5 cm
Colocaremos
el puente e iremos rebajando la altura de éste mediante limado de la base hasta
que las cuerdas queden algo por encima del diapasón, pudiendo ser pulsadas
cómodamente en cualquier lugar del mástil. Deben de ir levantando ligeramente
respecto al mástil a medida que nos acercamos al puente. Si rebajamos en
exceso, las cuerdas podrían tocar en puntos del mástil produciendo sonidos
indeseables.